Aporte desde los documentos de la Asamblea del Sínodo de los Obispos sobre la Sinodalidad.
Agustín Podestá*
La reflexión sobre la misión en los ambientes digitales ha alcanzado un punto decisivo con la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos. Tanto el Informe de la Primera Sesión (octubre 2023) como el Documento Final por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión (octubre 2024) ofrecen claves para comprender cómo la evangelización se abre hoy a una nueva frontera cultural.
La novedad del capítulo 17 (2023)
En el capítulo dedicado a los “Misioneros en el entorno digital”, el Sínodo afirma que la comunicación no es solo un medio de testimonio, sino un auténtico campo de misión:
“Los misioneros han partido siempre con Cristo hacia nuevas fronteras, precedidos y empujados por la acción del Espíritu. Hoy, nos toca acercarnos a la cultura actual en todos los espacios en los que las personas buscan sentido y amor, incluyendo los teléfonos celulares y las tablets. No podemos evangelizar la cultura digital sin haberla comprendido antes”.
Por primera vez, un documento eclesial de carácter institucional reconoce explícitamente la figura de los misioneros digitales, no solo como productores de contenidos, sino como anunciadores que encarnan el Evangelio en esta cultura emergente. El paso es significativo: la Iglesia no se limita a usar lo digital como herramienta, sino que lo reconoce como una forma cultural que requiere inculturación, del mismo modo que en otros momentos históricos se asumieron lenguajes y contextos diversos.
La misión digital se inserta en la continuidad de la tradición evangelizadora. Como recuerda el papa Francisco: “gracias también a las redes, el mensaje cristiano puede viajar «hasta los confines de la tierra»”. No se trata de una estrategia de proselitismo, sino de un anuncio que nace de la escucha y el diálogo, en fidelidad al estilo sinodal.
El capítulo 17 subraya además que los ambientes digitales no son simples instrumentos, sino un “lugar” de misión. Allí emergen preguntas existenciales y heridas que necesitan ser acompañadas, como en un nuevo areópago donde se proclama la esperanza. El Informe de la Primera Sesión advierte también sobre los riesgos:
“Internet está cada vez más presente en la vida de los muchachos y de las familias. Si es verdad que tiene un gran potencial para mejorar nuestra vida, puede también causar daños y heridas, por ejemplo, a través del bullying, la desinformación, la explotación sexual y la dependencia”.
Frente a esto, la misión digital se presenta como tarea de toda la comunidad eclesial, llamada a hacer del espacio online no solo un lugar seguro, sino también “espiritualmente vivificante”.
Documento Final (2024): caminos y horizontes
El “Documento Final: Por una Iglesia sinodal: comunión, participación, misión” se presenta como «testimonio de lo vivido y el fruto de nuestro discernimiento, para un renovado impulso misionero». Inició así la fase de implementación, caracterizada por la activación de «nuevas formas de ministerialidad y de acción misionera».
La misión digital se inserta en este horizonte. Todo bautizado, como protagonista de la misión, puede encontrar, también en los entornos digitales, un espacio concreto para vivir el seguimiento de Jesús, para ser discípulo y misionero también en esos ambientes. En palabras del Documento final, los misioneros digitales testimonian la Buena Nueva «viviendo en el mundo y para el mundo, [caminando] junto a todos los pueblos de la tierra, [dialogando] con sus religiones y culturas, reconociendo en ellas las semillas de la Palabra, avanzando hacia el Reino».
El numeral 58 reconoce que «cada bautizado responde a las exigencias de la misión en los contextos en los que vive y trabaja desde sus propias inclinaciones y capacidades». Entre esos nuevos ámbitos de compromiso se incluye «la evangelización de la cultura del ambiente digital».
El Documento también subraya que los misioneros digitales piden a la Iglesia tres cosas esenciales:
- sentirse enviados y apoyados;
- alimentarse de la Palabra, la Eucaristía y la fraternidad comunitaria;
- que su misión sea reconocida como acción de la Iglesia, y no como opción privada.
Más adelante, el texto afirma que el concepto de “lugar” ya no puede entenderse solo de modo geográfico, sino también en clave relacional y cultural. En este marco, «la difusión de la cultura digital (…) está transformando profundamente la percepción del espacio y del tiempo, impactando las actividades cotidianas, las comunicaciones y las relaciones interpersonales, incluida la fe». Por ello, el ambiente digital debe ser asumido como un lugar profético de misión, donde la Iglesia anime, acompañe y sostenga a quienes ya trabajan allí.
Finalmente, el numeral 149 define la cultura digital como «una dimensión crucial del testimonio de la Iglesia en la cultura contemporánea, así como un campo misionero emergente». La Iglesia debe garantizar que el Evangelio circule en la red de manera fiel y creíble, formando a niños y adultos para habitar estos espacios con espíritu crítico y esperanza.
Conclusión
El reconocimiento de la misión digital por parte del Sínodo constituye un hito en la historia de la Iglesia. Hasta hace poco, lo digital era entendido principalmente como herramienta de comunicación o como espacio de testimonio. Hoy, en cambio, se lo asume como una verdadera cultura y, por tanto, como un lugar de misión. Este cambio de mirada es decisivo: implica que la Iglesia se toma en serio la vida de millones de personas que habitan en las redes, en los dispositivos y en los entornos virtuales, allí donde se construyen identidades, relaciones y decisiones cotidianas.
En este contexto, los misioneros digitales dejan de ser vistos como actores periféricos para convertirse en expresión concreta de la “Iglesia en salida”. Sus iniciativas, muchas veces silenciosas y solitarias, han abierto caminos de anuncio, de escucha y de acompañamiento en la red. El Sínodo los ha reconocido como parte viva del dinamismo misionero, recordando que su tarea no es privada ni aislada, sino una acción de la Iglesia en favor del Evangelio.
El desafío es grande: no basta con estar presentes en las plataformas digitales, sino que se requiere encarnar el Evangelio en esta nueva cultura, con sus lenguajes, riesgos y oportunidades. Como todo campo misionero, lo digital necesita discernimiento, acompañamiento pastoral y envío explícito. La Iglesia está llamada a ofrecer a sus misioneros digitales formación, sostenimiento y reconocimiento, para que puedan llevar adelante su tarea en comunión y con la fuerza del Espíritu.
El Sínodo nos invita a comprender que, así como en otros tiempos la evangelización cruzó mares y fronteras culturales, hoy la frontera se llama cultura digital. En ella se juegan las preguntas y esperanzas de las nuevas generaciones, y allí también Cristo quiere hacerse presente.
Al nombrar a los “misioneros en el entorno digital”, la Iglesia abre una página inédita de su historia evangelizadora y nos recuerda que el mandato de Jesús —«Id por todo el mundo y anunciad la Buena Noticia» (Mc 16,15)— incluye también este nuevo continente digital.
*Agustín Podestá: Magister en Teología. Director del Departamento de Teología de la Universidad del Salvador (Argentina). Misionero digital: https://www.instagram.com/hablemosdeteologia/
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