Natalia Herrera
Madre Teresa conquistó el mundo por su incansable servicio a los últimos y por su sed insaciable de Dios que se tradujo, a lo largo de su vida, en generosa entrega a los más pobres, los primeros en su corazón. En las calles de Calcuta, ciudad caótica donde miseria se mezcla con calor sofocante, olores de todo tipo y ruidos que no cesan, Madre Teresa encontró el rostro oculto del Nazareno en los cuerpos quebrantados de los pobres. Fundó la Congregación de Misioneras de la Caridad y se convirtió en el rostro del buen samaritano para las personas de todas las religiones y de todos los países.
VIDA
Agnes Gonxha Bojaxhiu nació en Skopje, Albania, el 26 de agosto de 1910. Creció en una familia que fomentaba la piedad y la devoción y en una fervorosa comunidad parroquial que contribuyó también a su formación religiosa. A los 18 años decidió hacerse religiosa misionera. Viajó a Irlanda para formar parte de la congregación de las Hermanas de Nuestra Señora de Loreto, monjas irlandesas establecidas en la India.
Después de un año que ocupó la joven Gonxha para aprender inglés, las responsables de la orden decidieron enviarla a la India para hacer el noviciado.
En enero del 1929, después de 37 días en alta mar, la joven misionera llegó a Calcuta. Pronto se trasladó a Dajeerling al seminario de la Congregación donde comenzó a estudiar. Acabando su formación, en mayo de 1931 hizo sus primeros votos prometiendo vivir una vida de pobreza, castidad y obediencia para dedicarse con particular atención a la instrucción de la juventud. Eligió el nombre de Teresa, en honor de Santa Teresa de Lisieux.
En 1937 profesó en forma perpetua su vocación de religiosa. Con un corazón feliz y agradecido escribía en este tiempo en una de sus cartas: «¡Ahora Suya y para toda la eternidad!». Para entonces había terminado la carrera de Magisterio y daba clases en St Mary´s High School de Calcuta, propiedad de la congregacion. Además de las tareas de la escuela, la joven Teresa eligió un apostolado que la marcó con una huella profunda: se dedicó a visitar cada domingo a los pobres en los barrios más marginados de Calcuta. Después de unos años Dios había encendido en ella una intensidad de amor cada vez mayor y la joven hizo un voto privado donde ofreció «dar a Dios todo lo que me pidiera, a no negarle nada.» Poco a poco se construía su notable fidelidad a los compromisos mostrando su madurez humana y espiritual. En 1946, durante un viaje en tren al convento de Dajeerling donde se dirigía a unos ejercicios espirituales, Teresa sumergida en la oración nocturna, percibió «una llamada: el mensaje era muy claro: debía dejar el convento de Loreto en Calcuta y entregarme al servicio de los pobres, viviendo entre ellos.» Le llevo dos años conseguir el permiso del Vaticano para abandonar el convento y comenzar su andadura por las calles de Calcuta.
Empezó a llevar a los moribundos a un hogar donde podían morir en paz y dignidad. También abrió un orfanato par acoger los niños que nacían y vivían en las calles. En octubre del 1950 Madre Teresa fundó las Misioneras de la Caridad. La aprobación oficial sería 1 de febrero de 1965, bajo el pontificado del Pablo VI. Su misión fue llegar a los más necesitados, a los no amados, enfermos, lisiados y rechazados. A lo largo de los años las Misioneras dirigían un hogar infantil, un centro para pacientes de lepra, un hogar para moribundos e indigentes y un hogar para enfermos de tuberculosis y discapacitados mentales. Madre Teresa se convirtió en signo vivo del amor, y la presencia y la compasión de Dios: “llevó las almas a Dios y Dios a las almas”. Recibió múltiples reconocimientos, entre ellos el Premio Nobel de la Paz en 1979. Madre Teresa murió el 13 de septiembre de 1997. En su funeral, el legado pontificio cardenal Angelo Sodano dijo: «La madre Teresa de Calcuta ha encendido una llama de amor, que sus hijas y sus hijos espirituales, las Misioneras y los Misioneros de la Caridad, ahora deben mantener encendida. El mundo tiene una gran necesidad de la luz y del calor de esa llama.»
OBSCURIDAD
En las cartas privadas de Madre Teresa de Calcuta publicadas en 2008 en el libro «¡Ven, sé mi luz!» encontramos testimonios de crisis de fe, de las tinieblas interiores que le siguieron tenazmente por todos sus caminos. Madre Teresa confesaba algo trágico:
«La oscuridad es tal que realmente no veo, ni con la mente ni con el corazón. El lugar de Dios en mi alma está vacío. No hay Dios en mí. Cuando el dolor del anhelo es tan grande – solo añoro una y otra vez a Dios – y es entonces cuando siento: Él no me quiere, Él no esta allí.»
Llegó al drama de sentirse incapaz para amar: «Estar enamorada y sin embargo no amar; vivir de la fe y sin embargo no creer. Consumirse y estar, sin embargo en las tinieblas absolutas». Pese a su gran vacío interior y la experiencia del aparente abandono de la Providencia, Madre Teresa no le negó nada a Cristo. Aceptó la oscuridad de la fe y jamas dejó de seguir adelante. El papa Juan Pablo II escribió años después: «Esa dura prueba espiritual la llevó a identificarse cada vez más con aquellos a quienes servía cada día, experimentando su pena y, a veces, incluso su rechazo.»
LEGADO
La Iglesia convirtió a Madre Teresa en Beata en 2003 en el pontificado de Juan Pablo II quien le tenía una gran estima y admiración («Estoy personalmente agradecido a esta valiente mujer, que siempre he sentido junto a mí.») y el 4 de septiembre del 2016 ha sido convertida en Santa por el papa Francisco:
«Su misión en las periferias de las ciudades y en las periferias existenciales permanece en nuestros días como testimonio elocuente de la cercanía de Dios hacia los más pobres entre los pobres. Hoy entrego esta emblemática figura de mujer y de consagrada a todo el mundo del voluntariado: que ella sea vuestro modelo de santidad.»
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