Pbro. Dr. Ramón Garcia Reynoso
La enseñanza del Maestro de Galilea, «a vino nuevos odres nuevos» (Mc 2,22), que irrumpe para colocarnos en la dinámica del Reino, se actualiza cuando es Pedro, en el ministerio del Papa, quien nos conduce a las raíces de la experiencia evangélica. En Dilexi te, el papa León XIV nos entrega, con frescura siempre nueva, la radicalidad del Evangelio. Se trata de la Exhortación apostólica con la que inaugura su ministerio Petrino. En los cinco capítulos de Dilex te (DT), el papa León nos redescubre, con valentía profética, con claridad, con coherencia y con una mirada sintética, el rostro de Cristo, pobre entre los pobres.
Reconoce que se trata de un proyecto que ya había empezado su predecesor el papa Francisco, y que ahora continúa, para recordar que los seguidores de Jesús no nos hemos de olvidar de los pobres, a quienes hay que considerar sujetos (cf. DT 99-102) y no cosas; personas y no objetos de mercado.
En Dilexi te encontramos una excelente síntesis de la pobreza, no sólo desde categorías sociales o económicas, sino, como el papa León XIV lo afirma, desde una perspectiva teológico-salvífica; en efecto, la historia de salvación es la historia de Dios que desde antiguo ha escuchado el clamor de su pueblo, ha estado cercano a sus angustias y ha venido a liberarlo. La salvación se le ofrece a todo ser humano en el Verbo hecho carne, expresión de la pobreza y de la debilidad de Dios que se deja contemplar en el niño desnudo nacido en Belén, en el profeta desnudo colgado en la cruz a las afueras de la Ciudad Santa de Jerusalén, en el Hijo del hombre que en su itinerancia proclamando el Reino y haciéndolo presente con sus gestos y palabras, no tiene donde reclinar la cabeza. Aquí se expresa la pobreza de Jesús, él mismo excluido, como todos los pobres de la sociedad. Jesús «se presenta en el mundo no sólo como Mesías pobre sino como Mesías de los pobres y para los pobres» (DT 19).
Esta debilidad de Dios revelada en Cristo Jesús, ha sido experimentada y vivida por los pobres de la historia. Pero la pobreza no sólo ha sido una realidad que combatir; la pobreza ha sido también motivo de lucha, de conversión, de vidas entregadas al servicio para lanzar un grito de que hay muchas realidades que no son como Dios quiere que sucedan. Así, el Papa hace un extraordinario recorrido mistagógico por la enseñanza siempre actual de esos “gigantes de la fe” que son los Santos Padres, quienes, conservando la frescura de la predicación de Jesús y sus apóstoles, rápidamente descubrieron que la pobreza los identificaba con Cristo. En la época patrística «la Iglesia aparece como madre de los pobres, lugar de acogida y de justicia» (DT 39) , pues en la Iglesia naciente no existía separación entre fe y acción social, por ejemplo, se entendía la Eucaristía como «una expresión sacramental de la caridad y de la justicia que la precedían, la acompañaba, y debían darle continuidad en el amor y la atención a los pobres» (DT 41). Enfatiza el papa León: «la teología patrística fue práctica, apuntando a una Iglesia pobre y para los pobres, recordando que el Evangelio sólo se anuncia bien cuando llega a tocar la carne de los últimos, y advirtiendo que el rigor doctrinal sin misericordia es una palabra vacía» (DT 48).
En esta historia de Dios con los hombres, ha habido ejemplos heroicos que han entregado su vida en favor de los pobres, asistiéndoles, acompañándolos, viviendo con ellos. Este testimonio plural en estilos, formas y épocas es prueba de que la Iglesia es comunión: comunión con la Trinidad y comunión con la humanidad. La expresión «discernimiento eclesial y comunitario», es una constante en la Exhortación, y a manera de estribillo que agudiza el oído, el Papa va destacando la presencia de la Iglesia en las entrañas del mundo. Para esto utiliza la expresión «Iglesia arrodillada»:
«Cuando la Iglesia se arrodilla junto a un leproso, a un niño desnutrido o a un moribundo anónimo, realiza su vocación más profunda: amar al Señor allí donde Él está más desfigurado» (DT 52).
«Cuando la Iglesia se arrodilla para romper las nuevas cadenas que aprisionan a los pobres, se convierte en signo de la Pascua» (DT 61).
La dimensión eclesiológica está presente en toda la Exhortación, la palabra Iglesia aparece ciento dos veces, en expresiones contundentes para enfatizar «el cuidado de la Iglesia por los pobres y con los pobres» (DT 3); la opción preferencial por los pobres ha de sacar a la Iglesia de la autorreferencialidad para que sea capaz de escuchar los gritos de los pobres (cf. DT 7.9). La Iglesia de Jesús, que brota del Evangelio, ha de hacer «una opción firme y radical en favor de los más débiles» (DT 16; cf. 15)
La contundencia en el argumento cristológico queda plasmada en la categoría «rostro», más aún, en lo que yo diría «rostro-carnal» pues en el texto se evidencia que quien contempla el rostro de Cristo, contempla el rostro del pobre; y en la carne doliente de los pobres de la Iglesia, se atiende la carne de Cristo hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, preso. La categoría antropológico-teológica «rostro» ha permeado el Magisterio Latinoamericano. Desde Medellín hasta Aparecida encontramos “listas” de rostros sufrientes (cf. DM 1-10; DP 382.1130.1134.1165; SD 178: DA 407-410).
El papa León XIV, valorando positivamente este Magisterio que ha hecho opción preferencial por los pobres, menciona nuevos rostros de la pobreza en la época actual: «en efecto, existen muchas formas de pobreza: aquella de los que no tienen medios de sustento material, la pobreza del que está marginado socialmente y no tiene instrumentos para dar voz a su dignidad y a sus capacidades, la pobreza moral y espiritual, la pobreza cultural, la del que se encuentra en una condición de debilidad o fragilidad personal o social, la pobreza del que no tiene derechos, ni espacio, ni libertad» (DT 9).
Con Dilexit te estamos ante un texto que nos vuelve al Evangelio, que nos hace redirigir la mirada a quien, confiando en nuestra fragilidad, se ha hecho carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre. El camino a Dios sigue siendo la bella fragilidad del ser humano. No se puede leer este Documento sin dejarse desafiar, golpear e interpelar por el Evangelio y por la historia de la salvación de Dios que ha optado por el pobre, que lo ama y que lo cuida. La Iglesia, siempre en constante reforma, está urgida, por su Pastor actual, a volver a las raíces del Evangelio. Así lo afirma el papa Prevost en el penúltimo párrafo de DT (120): «El amor cristiano supera cualquier barrera, acerca a los lejanos, reúne a los extraños, familiariza a los enemigos, atraviesa abismos humanamente insuperables, penetra en los rincones más ocultos de la sociedad. Por su naturaleza, el amor cristiano es profético, hace milagros, no tiene límites: es para lo imposible. El amor es ante todo un modo de concebir la vida, un modo de vivirla. Pues bien, una Iglesia que no pone límites al amor, que no conoce enemigos a los que combatir, sino sólo hombres y mujeres a los que amar, es la Iglesia que el mundo necesita hoy». Este párrafo sintetiza sustancialmente toda la Exhortación apostólica. León XIV recuerda que es posible seguir escuchando las palabras de Jesús que son para cada pobre en concreto: «Yo te he amado» (Ap 3,9).
En los números finales (cf. DT 115-121) insistencia de que aún hoy es posible dar, aparece once veces la palabra limosna, que, aunque «hoy no goza de buena fama» (DT 115) no ha pasado de moda, al contrario, es, como nos exhorta el Papa, la manera sencilla, pero concreta, de acercarnos a los más vulnerables: «necesitamos practicar la limosna para tocar la carne sufriente de los pobres» (DT 119).
Llama la atención la ausencia de la mención de la Jornada Mundial de los pobres instituida por el papa Francisco en el año 2017. De este año a 2024, son apenas ocho los Mensajes escritos en ocasión de estas Jornadas; ninguno ha sido citado en DT. En la página oficial del Vaticano, ya se encuentra el mensaje del papa León XIV para la IX JornadaMundial de los pobres con el título «Tú, Señor, eres mi esperanza (cf. Sal 71,5)» y que se celebrará el 16 de noviembre de 2025. No cabe duda, nuestro Papa seguirá insistiendo, con urgencia, en volver siempre al Pobre del Evangelio.
*Secretario Académico del Instituto Superior de Ciencias Religiosas de la Universidad Pontificia de México, Coordinador sección de Teología Espiritual de la misma Universidad.