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El Credo de Nicea y la Palabra de Dios: Un camino de fe

Hace 1700 años, en mayo del 325, la Iglesia convocó, en la ciudad de Bitinia, el primer Concilio General -ecuménico- con el objetivo principal de discutir sobre la divinidad de Jesús. A esta reunión asistieron aproximadamente 230 obispos que buscaban zanjar, de una vez y para siempre, algunas diferencias doctrinales centrales para la fe católica.

Asistieron, al Primer Concilio Ecuménico, 230 obispos de la cristiandad

La reunión, encabezada por el presbítero Arrio de Alejandría y Atanasio el Grande, ponía sobre la mesa una problemática que tenía más de 100 años de discusión: la manera correcta en que debía de ser interpretada la naturaleza divina de Jesús.

El presbítero y sacerdote de Alejandría, Arrio.

Por un lado, Arrio afirmaba que solo el Padre era eterno, por lo que el Hijo debía de ser una creación engendrada que, aunque merecía honra, no compartía la naturaleza divina de Dios. La contraparte -en la que destacó Atanasio- dejó en claro que, si se determinaba que Jesús no compartía la naturaleza divina de Dios, su sacrificio en la cruz era vana, pues entonces el Hijo no tenía la capacidad para dar vida y salvación a la humanidad.

Se discutieron temas esenciales para la cristiandad, como la correcta interpretación de la relación entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Después de dos meses de debate, el Concilio falló en contra de Arrio, y estableció las siguientes verdades:

  • Cristo como Dios verdadero.
  • Jesús, de la misma substancia que el Padre.
  • Jesús, engendrado, no creado.
  • Jesús, encarnado para la salvación de la humanidad.

Septiembre es el mes de la Biblia, y todo el Pueblo de Fe hemos recibido una invitación a volver a las Sagradas Escrituras con amor renovado, recordando que la Palabra de Dios es el fundamento de nuestra vida cristiana, la brújula que orienta nuestra fe.

El Credo de Nicea es una síntesis cristológica de la Biblia.

En este contexto, resulta iluminador volver la mirada al Credo de Nicea, pues no es solo una fórmula repetida de memoria, sino un resumen fiel de la Revelación contenida en la Biblia, custodiada y transmitida por la Iglesia desde los primeros siglos, que nos permite entender y vivir de manera correcta nuestra fe.

Cada frase del Credo tiene su raíz en la Biblia, por ejemplo:

  • “Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso” (Deuteronomio 6,4; Efesios 4,6).
  • “Creo en un solo Señor Jesucristo, Hijo único de Dios” (Juan 3,16).
  • “Que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo” (Juan 1,14).
  • “Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida” (Hechos 1,8; 2,1-4).

Así, cuando rezamos o recitamos el credo, estamos proclamando una fe que brota de las páginas de la Escritura y que ha sido transmitida de generación en generación.

Por todo lo anterior, el Credo de Nicea es, en definitiva, una síntesis de la Biblia que, en este mes en que la celebramos, nos permite re-descubrir los fundamentos bíblicos de nuestra fe.

Para reflexionar más sobre la persona de Jesús y la Biblia, te recomendamos los siguientes materiales:

 

 

 

1 Comments

  • Sam
    Posted septiembre 3, 2025 at 6:27 am

    Hola!
    Que artículo tan interesante, muchas felicidades!
    Me parece genial que hayan regresado a este tipo de escritos que tanta falta nos hacen como seguidores de Cristo.
    Ya extrañaba estos «datos curiosos», que con gusto compartiré con los feligreses de mi iglesia.

    Que Dios los bendiga!

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