Dr. Jesús Joel Peña
Es sabido en ciertos ambientes académicos, pero desconocido para la mayoría de los mexicanos,que el padre Miguel Hidalgo escribió un pequeño opúsculo acerca de la enseñanza de la Teología, en donde manifiesta su inconformidad con la manera en que la Teología se hacía y enseñaba a finales del siglo XVIII, mostrando un espíritu crítico y al mismo tiempo propositivo. Su Disertación sobre el verdadero método de estudiar Teología Escolástica sustenta la crítica recurriendo a los autores escolásticos de su tiempo como a innumerables autores que se extienden hasta la Patrística. Propone el método y precisa que los estudios debían avocarse a la Teología Positiva. No pretende la extinción absoluta de la escolástica, pero está contra los excesos de quienes la practican.
Asevera que en la Escolástica existe la vertiente fundada en el aristotelismo, la cual a partir de la substancia y el accidente, introduce cuestiones inútiles y especulaciones engorrosas. Lo grave es el olvido de lo fundamental para la comprensión de la fe cristiana por sutilezas innecesarias. El Padre Miguel Hidalgo hace un recuento de lo que él considera esfuerzos por exterminar esta perniciosa forma de hacer Teología; subraya las acciones de autoridades universitarias, pontífices y concilios en contra de la escolástica puramente especulativa basada en la dialéctica del pensador griego. Pone énfasis en la obra de Santo Tomás de Aquino, como quien logró erradicar el ergotismo y la vana especulación a partir de la obra de Aristóteles, concordando las doctrinas de éste con los dogmas de la fe católica y desechando lo inútil.
El texto de Hidalgo no es una diatriba sin sentido y punitiva, la Disertación contiene una propuesta de método que reconoce no ser de su peculio intelectual, sino que rescata una forma del quehacer teológico que yace en el olvido: la Teología Positiva.
En su argumento es decisiva una carta de Juan Gerson, epístola donde encuentra los problemas que busca señalar, entre los que destacan el hecho de que la excesiva especulación genere conceptos ininteligibles e incluso que den pie para comprensiones equívocas de Dios. Asienta que esto ha resultado en dar más crédito a la autoridad de un filósofo gentil que a las palabras sagradas, y con cierta ironía, acusa la falta de rigor histórico en el método teológico,y asevera que en la obra de Gonet se hace “…probar que hasta los mismos demonios han testificado la verdad de nuestra Religión…”.
Implícitamente el bachiller Hidalgo se pregunta ¿Cómo conocer lo que es Dios en sí?¿cómo explicarnos lo que hizo por nuestra salvación? Si la especulación filosófica no proporciona las respuestas, ¿a dónde acudir? Para el prócer, la solución se halla en las fuentes donde se conoce a Dios y en torno a esto gira la cuestión de la eficacia de la Teología Positiva que propone rescatar sin anular a la Escolástica. Es ésta su tesis central.
Considera muy grave la preferencia del “filosofar” por métodos intrincados de dialéctica,despreciando a la Biblia y a los Padres de la Iglesia cuando ambas fuentes deben ser piedras angulares de la Teología, del conocimiento de Dios. El acercamiento a estas obras implica esfuerzos y herramientas que proporcionan otras disciplinas del saber humano, con el fin de encontrar las debidas concordancias del texto sagrado con la doctrina de la Tradición como lo señala el Concilio tridentino.
La apelación a la historia, la cronología, la geografía y lo que él llama la crítica nos muestran a un Hidalgo imbuido en las discusiones intelectuales de su momento, enterado de las propuestas y contrapropuestas acerca de la comprensión del hombre en la época ilustrada; y al mismo tiempo un sujeto que no se sustrae fácilmente por la seducción de las ideas novedosas.
Al iniciar su escrito reconoce que la Teología ha sido destronada de la jerarquía del conocimiento, esto refleja que estaba informado del desarrollo del pensamiento francés e inglés, y demuestra haber percibido las transformaciones culturales de su época. La Historia Eclesiástica aparece como un auxilio al quehacer teológico, permite al teólogo conocer con precisión a los papas, los concilios, las doctrinas, a los Padres mismos. Hidalgo se pregunta: ¿cómo certificar el consentimiento unánime de los Padres sobre la doctrina si ni siquiera los conocemos a ellos? El desconocimiento de la Historia conduce a los anacronismos, sobretodo por la ignorancia o la impericia en el manejo de la geografía y la cronología.
Para el profesor del Colegio Michoacano de San Nicolás era más importante desarrollar la “crítica” a discernir la autenticidad de las obras adjudicadas a determinados autores.Recomendar esta herramienta como auxiliar en la interpretación de los documentos es muy valiosa, pues Hidalgo está hablando de una tradición en la crítica documental, que bien puede ubicarse en el Humanismo con filólogos de la talla de Lorenzo Valla, pero dentro del ámbito eclesiástico cobró fuerza en el siglo XVII con la escuela de los bolandistas (al inicio formada exclusivamente por jesuitas) y la de los benedictinos que desarrollaron trabajos hagiográficos.
En la última parte de su obra endereza una crítica contra el texto “oficial” para la enseñanza de la Teología, la obra del P. Gonet. Punto por punto pone de manifiesto los inconvenientes que tiene, denuncia que tenga muchos aspectos puramente filosóficos e inútiles así como su falta de rigor histórico y de crítica documental que desembocan en yerros notables.
Hidalgo exhibe un manejo amplio y preciso de los teólogos. Utiliza 60 autores distintos, algunos de los papas aparecen cuando comenta las cartas y disposiciones contra la especulación inútil en la Teología. Los autores más citados son Graveson, santo Tomás de Aquino y Melchor Cano, además de Aristóteles que es multicitado para refutar su influencia. Respecto a Graveson, abreva puntualizaciones en la crítica a la escolástica puramente especulativa y de Melchor Cano retoma su método que recomienda la Teología Positiva, según lo entiende en De locis theologicis.
Se observa una llamada de atención por parte de este académico de la nicolaíta hacia la práctica de una teología más científica, menos distraída en elucubraciones fantasiosas y sobretodo vinculada a los fundamentos de la fe católica.
Revisitar esta pequeña obra, permite redimensionar la figura del jefe insurgente y replantear la idea que se tiene de un pensador y actor político, con formación ilustrada, inscrito tal vez en el racionalismo francés. Sin embargo, existe un sustrato teológico muy fuerte y un ánimo propositivo en pos de un mejor conocimiento de Dios, propio de la Ilustración católica.
Está presente ese llamado ¡ad fontes!, mismo que encontramos con el Humanismo y que estuvo presente en el Vaticano II. ¿Existe alguna tendencia en la Iglesia que desvíe el camino del quehacer teológico hacia esas fuentes primordiales que son la Biblia y los Padres? Pareciera un pendiente constante.
Miguel Hidalgo Costilla; Disertación sobre el verdadero método de estudiar Teología Escolástica, [escrita en 1784], empleo la edición de Raúl Arreola Cortés, México, Universidad Michoacana, 1958. 35 p.
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