P. Rafael Velasco SJ*
Para empezar, hablando con la verdad, debemos decir que la relación de la Compañía con Bergoglio fue trabajosa, complicada, y por eso al comienzo los resquemores con Francisco no fueron pocos. La fumata Blanca del 13 de marzo de 2013 intranquilizó varios corazones (me incluyo); pero pronto el mismo Francisco se encargó de ir despejando los temores y planteó una relación franca y respetuosa con la Compañía (aunque no dejó de nombrar obispos jesuitas y pedir a la Compañía que le colaborara en diversos frentes álgidos). La Compañía por su parte, le ofreció toda la ayuda disponible, y si bien dentro de la Orden no todas las voces han sido unánimes en cuanto a Francisco y su pontificado, la Compañía a nivel institucional se ha visto beneficiada por su orientación como pontífice y pastor, y por su inspiración.
Se sabe que entre los jesuitas la variedad es un dogma y si hay dos o tres reunidos (ojalá en nombre de Cristo) habrá cuatro o cinco ideas. Y eso es así siempre, y a su vez eso no altera la fraternidad, la enriquece. En cuanto a Francisco están los que lo veían demasiado “de izquierda”, o los que lo veían demasiado “informal” para ser Papa, que no era un académico como Benedicto por ejemplo; para otros había historias previas; también estaban los “Francisquistas de la primera hora” que alentaban con un entusiasmo a mi juicio un poco acrítico todo lo que dijera o hiciera; estaban los negacionistas del pasado o que querían reducirlo a algo intrascendente (que no lo fue) … en fin, de todo hubo. Sin embargo, es posible decir que el sentir mayoritario ha sido muy positivo porque nos sentimos interpretados e interpelados. El Pastor -nuestro Hermano- nos hablaba en nuestro mismo dialecto: Buscar a Dios en todas las cosas, servir a los pobres, el discernimiento, el seguimiento de Jesús como regla, las opciones de Jesús, el Dios de la misericordia…
Y la verdad es que con Francisco ocurrió algo extraño: por lo general la Compañía -del Concilio Vaticano II a nuestros días- siempre se “ufanaba”, de algún modo, de estar “a la izquierda” del pontificado, siempre con un discurso sobre los pobres y la justicia social que de algún modo parecía ir un paso más delante de los Papas, por su radicalidad… Con Francisco ocurrió lo contrario, él nos adelantó con su discurso y -sobre todo- con sus gestos.
Mientras estábamos en la Congregación General 36, ocurrió el encuentro de Francisco con los movimientos sociales. En una pausa de las sesiones algunos asistimos a ese encuentro. Quienes participamos sentimos que ese discurso de Francisco tan evangélico y a su vez tan interpelante, quedaba kilómetros por delante de nuestras palabras tan políticamente correctas, tan tratando de incluir a todos en sus sensibilidades y por lo tanto palabras tan descafeinadas… Ahí iba el Papa, un hermano nuestro, con el evangelio en la mano, entre publicanos y pecadores, con los luchadores sociales a los que les llamaba poetas sociales -criticado, como Jesús, por juntarse con esa gente- … y nosotros (en nuestras plenarias de la congregación) con serias dificultades para decirnos a nosotros mismos que tenemos que vivir cerca de los pobres y no como ricos…
Tal vez Francisco con su “lío”, dejó en evidencia que nuestros ardores de los setenta que dieron cauce a la Congregación General 32, ya se han entibiado demasiado, y que ese fervor por ir hacia los pobres siguiendo a Cristo Pobre, que en un momento encendió a la Compañía hoy encuentra un espíritu de repliegue planificado, en el que por lo general perviven las obras grandes, las instituciones fuertes y de peso como los colegios y universidades ( o los grandes holding como Fe y Alegría o el SJR) pero las presencias entre los pobres, en las periferias, son cada vez menos y más escuetas, hay una suerte de darwinismo apostólico en el que sobreviven las obras más fuertes y de más recursos, y las obras más débiles (que por lo general son las que están cerca de los más débiles) son dejadas, sacrificadas no pocas veces en el altar de la “sustentabilidad”. Al conversar con los provinciales me dicen que encuentras cada vez más dificultades en enviar jesuitas a trabajar y vivir con los pobres. Eso dice algo de nuestro estado espiritual.
Junto con esto empieza a ocurrir algo feo: queda el discurso de la justicia social en ciertos sectores de la Compañía, pero empieza a ser un discurso menos consistente, más ideológico que evangélico, machacón, ajado, más parecido a campana rajada, porque nuestras presencias junto a los pobres son cada vez más escasas, o más desde lejos, es decir viviendo en obras centrales más acomodadas y yendo a trabajar con los pobres, pero luego volviendo al “social hour” a nuestras cómodas residencias. Esto que digo irrita, lo sé, y por algo debe ser que molesta. No por nada Ignacio (citado por Francisco en la Congregación General 36) dice que la pobreza es Madre y Muro, es decir que es generativa y a su vez es lo que pone un muro de contención contra lo mundano. Probemos de abordar este tema en nuestras comunidades y veremos cómo surgen las defensas y resistencias, con muy buenas razones (en eso los jesuitas somos versados) …pero la realidad es la que es: los pobres cada vez nos perciben más lejos.
Ahora bien, ¿qué nos queda como legado del Pontificado de nuestro hermano Francisco?
Nos queda, creo, un aguijón profético. Su opción por el Dios de los pobres, su decisión tan nítida de llevarnos a las periferias debería hacernos despertar del sueño dogmático planificador y hacernos ver con el corazón la realidad, dejarnos conmover y tomar iniciativas: probar nuevos intentos, nuevas expresiones, más audacia. Hay nuevas fronteras, las personas víctimas de adicciones, los nuevos pobres, los innumerables sufrimientos que genera este sistema que consagra la crueldad. Tal vez el legado de Francisco debería inspirarnos una nueva llamada a vivir cerca de los pobres (sí, volver a vivir en los barrios, con casas y medios más modestos…) porque de allí viene el Evangelio. Fue Jesús quien puso en primer lugar anunciar la Buena Noticia a los pobres. Ignacio -siempre lúcido y evangélico- decía que “la amistad con los pobres nos hace amigos del rey eterno.”
Cuando Francisco vino a la Congregación General 36 muchos esperábamos que Francisco nos animara al apostolado social, sin embargo nos habló de buscar la consolación, de configurarnos con el Señor crucificado, es decir que nos dijo: “¡jesuitas!, a volver a Dios, a los Ejercicios, al trato personal con el Señor”. De ahí surge la creatividad apostólica, de ahí surge la mirada atenta para ver las muecas de dolor y angustia en los rostros del pueblo; esa familiaridad con Dios nos aguza el oído de discípulo para escuchar los gemidos de los pobres y excluidos; desde esa cercanía con el Señor se reconoce por dónde va “la Vida Verdadera” de Dios que mueve a encarnarse en las periferias. También desde esa familiaridad con Dios se nos muestran los engaños del mal caudillo que nos en-reda y encadena atándonos a pesadas planificaciones y reestructuraciones.
Volver de corazón a Dios y a los pobres, dicho rápidamente, es el legado de Francisco para la Compañía. Un legado evangélico y desafiante:
“El Señor que nos mira con misericordia y nos elige, nos envía a hacer llegar, con toda su eficacia, esa misma misericordia a los más pobres, a los pecadores, a los sobrantes y crucificados del mundo actual que sufren la injusticia y la violencia. Solo si experimentamos esta fuerza sanadora en lo vivo de nuestras propias llagas (llagas con nombres y apellidos), como personas y como cuerpo, perderemos el miedo a dejarnos conmover por la inmensidad del sufrimiento de nuestros hermanos, y nos lanzaremos a caminar pacientemente con nuestros pueblos, aprendiendo de ellos el modo mejor de ayudarlos y servirlos”[1]
[1] Alocución a la CG 36
*Rafael Velasco SJ, sacerdote jesuita, especializado en Teología Espiritual por la Universidad Pontificia de Comillas, fue rector de la Universidad Católica de Córdoba, ha publicado varios libros y poemarios como “El Jesús de Marcos” Ed. Buena Prensa o “Poemas con Dios de fondo”. Es miembro de la comisión para la reforma política en Córdoba, Argentina y cofundador de la Red Ciudadana Nuestra Córdoba. Fue Provincial de los jesuitas de Argentina y Uruguay.
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