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Origen e historias del Santo Rosario

*Tiempo de lectura: 5 minutos*

La palabra “rosario” tiene su origen en el latín rosarium, que se puede interpretar como “lugar o jardín de rosas”. El nombre tiene dos posibles explicaciones: una histórica y otra relacionada con una aparición de la Virgen María.

La explicación histórica sugiere que, durante la Edad Media, la nobleza solía coronar a sus seres queridos con guirnaldas de rosas como muestra de amor y respeto. También, los caballeros juraban en honor a la Virgen María y, con el tiempo, estas dos prácticas se unieron y dieron origen al concepto de “dar rosas a la madre”, que es lo que representa rezar el Rosario.

La segunda explicación se refiere a una aparición de la Virgen María ante un joven religioso llamado Domingo de Guzmán. En esta aparición, la Virgen María tomó capullos de rosas entre sus labios y los convirtió en una guirnalda, al tiempo que el joven recitaba el Ave María. La Virgen le pidió que propagara esta oración por todo el mundo. Por esta razón, santo Domingo de Guzmán (años 1170-1221) es considerado el creador y mayor promotor del Santo Rosario.

La devoción al Santo Rosario es fundamental en la religiosidad popular de la comunidad católica, pero su origen histórico dentro de la Iglesia no es completamente claro. Sus inicios se remontan alrededor del año 910 d.C. con la fundación de la Orden de Cluny, donde la oración coral comunitaria era fundamental. Los monjes recitaban 150 salmos diariamente, y los monjes analfabetos recitaban 150 Padrenuestros.

En el siglo XIII, se reemplazaron estos rezos por las salutaciones, y se popularizó el uso de los contadores de cuentas, que hoy conocemos como rosario. La Orden de los Dominicos desempeñó un papel fundamental al predicar sobre el rezo del Santo Rosario en respuesta al movimiento albigense o catarismo, que no reconocía dogmas relacionados con la Virgen María.

En el siglo XIV, otras órdenes mendicantes como los franciscanos, agustinos y carmelitas difundieron el Salterio de María entre la población, y en el siglo XV se estructuró el Ave María tal como lo conocemos hoy.

Detalle de “La Batalla de Lepanto”, de Lucas Valdés, en la Iglesia de la Magdalena, Sevilla.

En el siglo XVI, año 1571, el Papa Pío V consolidó el culto al Santo Rosario al pedir a los fieles que lo recitaran para obtener la ayuda de la Virgen en la Batalla de Lepanto, el cual fue un enfrentamiento naval entre el Imperio Otomano y la Liga Santa, en la que los cristianos ganaron contra una armada turca superior. Cabe mencionar, como mera curiosidad, que Miguel de Cervantes Saavedra participó en esta batalla, recibiendo dos arcabuzazos en el pecho y uno en la mano izquierda, que le quedó atrofiada de por vida y por la que recibió el sobrenombre de el Manco de Lepanto.

“Cervantes en Lepanto”, de Augusto Ferrer-Dalmau, 2016.

Esta victoria llevó a la institución del uso universal del Rosario en el oficio divino y la creación de la Fiesta del Santísimo Rosario de Nuestra Señora, inicialmente asignada por el Papa Gregorio XIII al primer domingo de octubre y luego cambiada al día 7 del mismo mes. Cabe destacar que el Papa León XIII designó por primera vez a octubre como el Mes del Santo Rosario.

Inicialmente, la oración del Santo Rosario consistía en la lectura de quince misterios, divididos en tres categorías: los gozosos, los dolorosos y los gloriosos. Estos misterios tratan sobre la vida de María, la pasión de Cristo y la resurrección de Jesús. Fue durante el pontificado de San Juan Pablo II que se agregó una cuarta categoría de misterios luminosos, centrados en la vida pública de Jesucristo. Este cambio representó un hito en la historia de la fe católica, culminando (o al menos deteniendo) un proceso que había durado más de un milenio.

Hoy en día contamos con importantes obras con las cuales fortalecer nuestro espíritu y continuar rezando el tradicional Santo Rosario. En lo particular, deseo recomendarte El libro de los rosarios meditados: Celebración de Amor, de Juan Manuel D’Acosta López, pues considera que el Santo Rosario “es ante todo una escuela de oración y contemplación” por lo que con su obra promueve la práctica regular, ofreciendo Rosarios para cada día de la semana y para cada situación en la que necesites del amor y  la consolación que solo la Madre de Jesús, que también es tu madre, puede ofrecer.

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